Cita con la muerte

Todas las noches escapo del silencio de mi departamento, lanzándome a la calle a buscar la calidez de alguna cafetería. El contacto con la gente siempre ha sido algo vital para mí. Sentir su compañía involuntaria, escucharles disimuladamente mientras conversan, es una forma de sentirme integrado de alguna manera a esta urbe fría, y aprovechar de pasada para tener material para escribir alguna historia. A lo largo de los años, he encontrado mis sitios predilectos, pero algunas veces intento nuevos lugares. Esa noche, fue una de esas excepciones. Al salir de mi departamento, cayó al suelo un volante publicitario. Alguien lo había insertado entre la puerta y el marco. Lo recogí del suelo. Decía con letras grandes: "conozca el mejor café de Monterrey, la mejor mezcla de granos, tostados por expertos". Sonaba tentador. Quedaba un poco lejos, pero bien valía la pena intentarlo.


El anuncio luminoso rutilante en la esquina decía: "Virgilo´s Coffe & Donuts, abierto las 24 horas". Al entrar a una cafetería, uno se da cuenta inmediatamente si habrá buen café, por el aroma que flota en el ambiente. Empujé la puerta de vidrio y entré. El lugar era cálido, acogedor, y sobre todo, olía a muy buen café. Había una larga barra con asientos giratorios, y enfrente, -junto al largo ventanal que da hacia la calle-, una larga hilera de mesas pequeñas de madera, con un lado pegado hacia la ventana. Escogí una de ellas casi hasta el final de la cafetería, sentándome de cara a la entrada. Encendí un cigarrillo y le hice un ademán a la mesera, para hacerle notar que necesitaba un cenicero. A mediación de la barra, -encima de un espejo largo que hacía parecer el lugar más grande-, había un reloj de manecillas con números romanos. Marcaba las once cincuenta y cinco. Dos minutos después llegó la mesera trayéndome el cenicero y me dejó un tríptico con el menú.


-Tráigame por favor un café por lo pronto, -le dije, mientras empezaba a revisar lo que ofrecían.


Apuntó en su libretita y prosiguió a tomar la orden en la siguiente mesa. No sé si me distraje, o la mesera se interpuso y no me di cuenta, pero no me percaté que se había sentado frente a mi, -en la mesa contigua-, un hombre de fenotipo y edad indefinida. Parecía de treinta y cinco años, pero su pelo y su barba blanca, le hacían ver mucho mayor. De aspecto pulcro, sobrio, afable y tranquilo. Escuché cuando le tomaba su orden la mesera.


-¿que va a ordenar caballero?


-Estoy esperando a dos amigos Lucía, regresa por favor en cinco minutos y ordenaremos.


Cuando hice contacto visual reciproco con él, me sonrió como quien ve a un familiar. Tímidamente le devolví la sonrisa. Sentí que su mirada me envolvía, había algo de paternal en ella. Me empecé a sentir incómodo y volteé para otro lado intentando disimular mi curiosidad en él. Tres minutos más tarde la chica me trajo la taza de café.


-¿Desea un sobre de azúcar? ¿o de crema?


-Sí, uno de cada uno. -Metió su mano en el bolsillo de su delantal y puso ambos sobre la mesa.


Volví a ver el reloj en la pared. Era justo la media noche. En ese momento se abrió la puerta y entró un sujeto de pelo negro y largo, vestía algo extravagante e informal. Caminaba con paso firme y parecía dirigirse a mí porque no me quitaba su mirada penetrante. A dos pasos de llegar a mi mesa, me guiñó un ojo y se sentó de espaldas a mí con el hombre de barba. Les escuché con atención.


-Que tal viejo. ¿Tienes mucho esperando? ¿aún no llega nuestro amigo?


-Casi acabo de llegar. Nuestro amigo llegará te lo aseguro. Pero me interesa más hablar contigo. Tenemos que parar esto.


-¿Parar? ¿Que es lo que quieres parar?


-Tanto dolor de los humanos.


-¿No estarás celoso de mi efectividad? ¿Ya se te ha olvidado los eones que gastaste, dándoles todo, manteniéndolos en la inocencia y volviéndolos estúpidos y apáticos? ¡Ah, tu y tus promesas de eternidad! No se puede aspirar a algo que siempre se ha tenido. Tú sabes que todo esto no es más que una preparación para otra dimensión.


-Sí, lo sé. Pero tus métodos producen mucho dolor.


-¿Y qué? De sobra sabes que el dolor es una ilusión. Mi método los hace caminar rápido y despertar de su apatía. ¿Acaso no ves como los empujo a ser creativos, resistentes, voluntariosos, que se crezcan al castigo?


-Pero hay muchos que están siendo aplastados por tu sistema caótico. Hay dolores que hieren el alma.


-Casualidades de guerra. No todos resisten las pruebas. Es algo que tenemos que afrontar y seguir adelante.


La camarera regresa interrumpiendo la conversación.


-¿Les puedo tomar ya su orden?


El hombre de barba extiende su mano señalando al recién llegado para que pida.


-Lucía, trae para mí el café más cargado que tengas.


-¿Y usted señor?


-A mí tráeme el mejor de la casa.


-¿cuantos sobres de azúcar y crema les dejo?


-¡Bah! Un café con azúcar o crema no es café. -Dice con sorna el hombre de pelo largo.


-Lucía, a mí sí, déjame dos de azúcar y uno de crema.


Para estas alturas la conversación que había estado escuchando me parecía imposible, extraña, surrealista. Es claro que a los dos tipos les empezaba a ver similitudes con la idea tradicional de Dios y el Diablo conversando. Si eran simples mortales, estaban locos de atar. Pero parecía haber mucha coherencia en sus reflexiones. Mi curiosidad iba en aumento. Continué escuchándoles mientras sorbía mi café ya tibio.


-!Joder! Son las doce y veinticinco y nuestro amigo misterioso no se aparece -refunfuñaba el "diablo" contrariado.


-Ya sabes lo que se dice de él, "siempre aparece en el momento preciso", su naturaleza es un misterio, es el único que controla el acceso entre los reinos materiales e inmateriales. -comentaba "dios" con cierto ánimo de lo inevitable.


-Como te decía, -continuaba "dios" hablando- Tu método produce muchos estragos, aunque no niego que también buenos resultados. El mío sigue vigente, aunque es una minoría la que lo sigue. Aspirar a la grandeza, al desarrollo armónico, al respeto por toda vida, a la solidaridad altruista, a la creatividad e ingenio auto impulsado, a la naturaleza superior e intrínseca encarnada en este plano. Siguen siendo opciones a las que solo hay que elegir.


-!Ése es el punto! Los humanos han sido traídos aquí, porque les ha hecho daño la eternidad, pocos imaginan los peligros que eso con lleva, las tendencias erróneas con la eternidad se vuelven monumentales, hasta que llega un punto en que se vuelven inmanejables y peligrosas. Por eso tú y yo estamos aquí, la humanidad se da cuenta de sus errores por contraste. -decía el "diablo" con una convicción plena en sus palabras.


-Pero las cosas se están saliendo de equilibrio, aún no encuentro la clave del dilema para que las cosas tomen un curso correcto en este mundo, con una atmósfera mental tan distorsionada. -concluía "dios" con cierto desencanto.


De pronto, ambos callaron, de hecho, todos en la cafetería dejaron de hablar. El silencio era ominoso. Aproveché la pausa para voltear a ver el reloj. Eran las doce y treinta. La puerta de la entrada se abrió lentamente. Todos voltearon. Apareció un hombre alto y delgado, tuvo que agacharse un poco para cruzar la puerta. Vestía con una gabardina negra que le caía hasta los pies, sus brazos y manos largas, su tez oscura y purpúrea, sus ojos hundidos en unas cuencas pronunciadas, cuya sombra ocultaba sus ojos. Era sin lugar a dudas la humana encarnación de la Muerte. Supuse que era el tercer invitado a la cita, tal vez incluso, el convocante. Caminó hacia mí, con pasos largos y lentos. Hubiera querido estar a mil kilómetros lejos de ahí. Como un auto reflejo, agaché un poco la cabeza para no mirarle, o para que no me viera, !qué sé yo!.


Se paró frente a la mesa de al lado. Dios le veía expectante, diría que hasta reverente. El Diablo le veía con desconfianza, retador. Fue el único en articular palabra.


-¡Vaya, por fin apareces! Has llegado bastante tarde.


-No. He llegado justo a tiempo.


La Muerte habló con una voz grave y ronca, como surgida de un abismo eterno. Acto seguido, puso sus manos sobre el hombro de Dios y del Diablo. Ambos cayeron sobre la mesa fulminados. La muerte dio la vuelta, y sin prisa, con sus zancadas largas, se retiró. A punto de salir, se acerca al camarero que atendía en la barra. Aparentemente le pide algo, aunque yo no escuché palabra alguna, éste, saca una taza debajo de la barra y algo le sirve, porque la Muerte de un solo trago se lo termina. Saca de su gabardina lo que parece ser un billete y le paga. Se salió con la misma parsimonia con la que entró. Todos nos mirábamos como preguntándonos ¿Qué demonios ha pasado aquí? Yo me preguntaba si el infausto volante comercial en mi puerta, había sido mi invitación a la cita. Tal vez debía dar cuenta de lo sucedido, por ser un escritor de historias urbanas, y a veces hasta de esquelas cuando la necesidad me apretaba. ¿Pero porqué yo?


La tensión ya era insoportable. Ver los ojos sin vida de dos "personas" frente a mi, ya era demasiado para una noche. Decidí marcharme inmediatamente. No pedí la cuenta, fui directamente a la caja al final de la barra, para pagar. Tenía mucha curiosidad por preguntar que había pedido de tomar el enigmático visitante.


-Disculpe, quisiera saber que pidió de tomar la persona que acaba de salir.


-Nada, se metió en mi cabeza y me ordenó que le diera una taza con "nada"


-Vaya, esto si que es extraño, muy extraño.


-Espere que hay algo más. ¿Usted es Matías?


-Sí, yo soy. -Le dije bastante intrigado.


-Pues él me dijo: Entrega esto a Matías, el vendrá a preguntar por mi bebida.


El camarero sacó del bolsillo de su camisa, un pedazo de papel pergamino, con unos versículos escritos en letra negra:

"Todo es escenario.
Nada es real, nadie muere.
Retiro lo que ya no prospera,
o ha completado su aprendizaje.
Lo único real que conservas de este plano,
es lo que sientes o imaginas,
solo ahí reside la verdadera vida"



Salí del café Virgilio con un montón de preguntas, sintiendo un estado de ensoñación e irrealidad que aún no termina. Nada volvió a ser como antes desde esa noche. Pero hubo un cambio muy notorio en mí. Sentía que mi destino ahora, estaba en mis manos solamente.

3 comentarios:

  1. Fascinante historia, Jorge, me ha encantado, me ha enganchado, me la he leído de un tirón, entre perpleja e intrigada, y creo que me va a darpara meditar unos días.

    Sería genial llegar a la conclusión de que realmente, nuestro destino está en neustras manos..

    Gracias por compartir.
    Besos
    Narci

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  2. Gracias Narci. Es una historia que deja hilos sueltos, tal vez mas adelante abunde en ella un poco más y la haga un relato mucho más largo.

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  3. una forma sorpresiva, de continuar con la misma reflexion, metodos y guias, y todo reduciendose a una desision, aun mas marcada al caer los 2 "eternos"

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