El árbol seco

Solitario y estático en el bosque,
un árbol de frondoso fuste cruje.
Sus ramajes ya vacíos de su savia,
renunciaron a intentar tocar el cielo.

En el rito puntual del equinoccio,
del festín multicolor y arborescencia.
Nadie sabe el porqué de su abandono,
su desdén a nutrirse de la tierra.

Cuentan los ancianos una historia,
que una noche de mastines y locura,
una turba obedeciendo a un Torquemada,
en sus ramas perpetraron una infamia.

Como un árbol festivo del infierno,
de sus ramas pendían siete cuerpos.
Contemplando la muerte que anidaba,
la tristeza penetró hasta sus raíces.

En suprema convicción hacia la vida,
renunció a servir la cruel consigna.
Poco a poco comenzó a llorar sus hojas
y en el otoño terminó con sus centurias.

En las noches vestidas de neblina,
sus ramas secas gimen con el viento.
En luz de luna posados en su brazos,
Siete cuervos inmortales montan guardia.
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