Nueve posibles razones



Nueve posibles razones
(para no estar juntos)



La noche se esparce invasiva
como luz oscura sobre mi cuarto.
La máscara sardónica sobre el buró,
mi cuerpo monolítico sobre la cama,
la soledad desnuda el alma de fachadas,
la realidad abandona su pausa forzada,
la mente muerde con sus mandíbulas de dudas
y el sabor amargo de no tenerte reaparece...
El cincel del silencio esculpe la ausencia,
las preguntas brotan de nuevo como supura,
como una obstinada memoria de la búsqueda,
esperando respuestas, indicios, huellas,
o al menos un eco tenue de voces invisibles,
que rompan el soliloquio obsesivo del amor,
que se agrieta lentamente en la espera,
sin entender la causa de tu muda lejanía,
ni el por qué no has acudido a nuestra cita.
Mi mente gira sobre ruinas circulares,
Y pienso en lo qué podría haber sucedido...



¿Sería el virus de la duda,
que paraliza con sensatez y miedo?
¿fue el frío del olvido,
que cubre con invierno la memoria?
¿O el espejismo de un amor utilitario,
que ofreció todo menos lo importante?
¿Serían las raíces profundas,
que cimientan pero inmovilizan?
¿fue el hambre de otra piel,
que nos sedujo con su pequeño paraíso?
¿O fue la bruma de una extraña ideología,
que pervirtió el camino virando nuestro rumbo?
¿Sería una trampa del tiempo,
que apresuró la rúbrica de nuestro destino?
¿O fue el óxido de lo cotidiano,
que fue alejándonos de nuestros sueños?



No lo sé, pude ser algo más simple,
como ser tan solamente, el que tú no existes.

Corazón Cometa


Corazón Cometa

Como una cometa
jalada con deseos
buscaba en la altura
rastreaba tu huella

La música hablaba
decía que existías
que todos los sueños
lo real construían

Los ojos perdidos
en mágicos vuelos
bebían horizonte
tocaban el cielo

Sabía que el futuro
como fiel promesa
escondía tu nombre
cifrado en el tiempo

Dormía despierto
sonámbulicos días
del destino tiraba
solo con mis venas

Así huyeron los años
como días sin tregua
la sangre se agota
la espera se quiebra

No sé cuando pasó
que dejé de buscarte
desperté de mis sueños
el corazón a pararse

Ya no hay más cometa
que acaricie el viento
tan solo una inercia
que consume el tiempo.
Helios - Light House (música)

Cita con la muerte

Todas las noches escapo del silencio de mi departamento, lanzándome a la calle a buscar la calidez de alguna cafetería. El contacto con la gente siempre ha sido algo vital para mí. Sentir su compañía involuntaria, escucharles disimuladamente mientras conversan, es una forma de sentirme integrado de alguna manera a esta urbe fría, y aprovechar de pasada para tener material para escribir alguna historia. A lo largo de los años, he encontrado mis sitios predilectos, pero algunas veces intento nuevos lugares. Esa noche, fue una de esas excepciones. Al salir de mi departamento, cayó al suelo un volante publicitario. Alguien lo había insertado entre la puerta y el marco. Lo recogí del suelo. Decía con letras grandes: "conozca el mejor café de Monterrey, la mejor mezcla de granos, tostados por expertos". Sonaba tentador. Quedaba un poco lejos, pero bien valía la pena intentarlo.


El anuncio luminoso rutilante en la esquina decía: "Virgilo´s Coffe & Donuts, abierto las 24 horas". Al entrar a una cafetería, uno se da cuenta inmediatamente si habrá buen café, por el aroma que flota en el ambiente. Empujé la puerta de vidrio y entré. El lugar era cálido, acogedor, y sobre todo, olía a muy buen café. Había una larga barra con asientos giratorios, y enfrente, -junto al largo ventanal que da hacia la calle-, una larga hilera de mesas pequeñas de madera, con un lado pegado hacia la ventana. Escogí una de ellas casi hasta el final de la cafetería, sentándome de cara a la entrada. Encendí un cigarrillo y le hice un ademán a la mesera, para hacerle notar que necesitaba un cenicero. A mediación de la barra, -encima de un espejo largo que hacía parecer el lugar más grande-, había un reloj de manecillas con números romanos. Marcaba las once cincuenta y cinco. Dos minutos después llegó la mesera trayéndome el cenicero y me dejó un tríptico con el menú.


-Tráigame por favor un café por lo pronto, -le dije, mientras empezaba a revisar lo que ofrecían.


Apuntó en su libretita y prosiguió a tomar la orden en la siguiente mesa. No sé si me distraje, o la mesera se interpuso y no me di cuenta, pero no me percaté que se había sentado frente a mi, -en la mesa contigua-, un hombre de fenotipo y edad indefinida. Parecía de treinta y cinco años, pero su pelo y su barba blanca, le hacían ver mucho mayor. De aspecto pulcro, sobrio, afable y tranquilo. Escuché cuando le tomaba su orden la mesera.


-¿que va a ordenar caballero?


-Estoy esperando a dos amigos Lucía, regresa por favor en cinco minutos y ordenaremos.


Cuando hice contacto visual reciproco con él, me sonrió como quien ve a un familiar. Tímidamente le devolví la sonrisa. Sentí que su mirada me envolvía, había algo de paternal en ella. Me empecé a sentir incómodo y volteé para otro lado intentando disimular mi curiosidad en él. Tres minutos más tarde la chica me trajo la taza de café.


-¿Desea un sobre de azúcar? ¿o de crema?


-Sí, uno de cada uno. -Metió su mano en el bolsillo de su delantal y puso ambos sobre la mesa.


Volví a ver el reloj en la pared. Era justo la media noche. En ese momento se abrió la puerta y entró un sujeto de pelo negro y largo, vestía algo extravagante e informal. Caminaba con paso firme y parecía dirigirse a mí porque no me quitaba su mirada penetrante. A dos pasos de llegar a mi mesa, me guiñó un ojo y se sentó de espaldas a mí con el hombre de barba. Les escuché con atención.


-Que tal viejo. ¿Tienes mucho esperando? ¿aún no llega nuestro amigo?


-Casi acabo de llegar. Nuestro amigo llegará te lo aseguro. Pero me interesa más hablar contigo. Tenemos que parar esto.


-¿Parar? ¿Que es lo que quieres parar?


-Tanto dolor de los humanos.


-¿No estarás celoso de mi efectividad? ¿Ya se te ha olvidado los eones que gastaste, dándoles todo, manteniéndolos en la inocencia y volviéndolos estúpidos y apáticos? ¡Ah, tu y tus promesas de eternidad! No se puede aspirar a algo que siempre se ha tenido. Tú sabes que todo esto no es más que una preparación para otra dimensión.


-Sí, lo sé. Pero tus métodos producen mucho dolor.


-¿Y qué? De sobra sabes que el dolor es una ilusión. Mi método los hace caminar rápido y despertar de su apatía. ¿Acaso no ves como los empujo a ser creativos, resistentes, voluntariosos, que se crezcan al castigo?


-Pero hay muchos que están siendo aplastados por tu sistema caótico. Hay dolores que hieren el alma.


-Casualidades de guerra. No todos resisten las pruebas. Es algo que tenemos que afrontar y seguir adelante.


La camarera regresa interrumpiendo la conversación.


-¿Les puedo tomar ya su orden?


El hombre de barba extiende su mano señalando al recién llegado para que pida.


-Lucía, trae para mí el café más cargado que tengas.


-¿Y usted señor?


-A mí tráeme el mejor de la casa.


-¿cuantos sobres de azúcar y crema les dejo?


-¡Bah! Un café con azúcar o crema no es café. -Dice con sorna el hombre de pelo largo.


-Lucía, a mí sí, déjame dos de azúcar y uno de crema.


Para estas alturas la conversación que había estado escuchando me parecía imposible, extraña, surrealista. Es claro que a los dos tipos les empezaba a ver similitudes con la idea tradicional de Dios y el Diablo conversando. Si eran simples mortales, estaban locos de atar. Pero parecía haber mucha coherencia en sus reflexiones. Mi curiosidad iba en aumento. Continué escuchándoles mientras sorbía mi café ya tibio.


-!Joder! Son las doce y veinticinco y nuestro amigo misterioso no se aparece -refunfuñaba el "diablo" contrariado.


-Ya sabes lo que se dice de él, "siempre aparece en el momento preciso", su naturaleza es un misterio, es el único que controla el acceso entre los reinos materiales e inmateriales. -comentaba "dios" con cierto ánimo de lo inevitable.


-Como te decía, -continuaba "dios" hablando- Tu método produce muchos estragos, aunque no niego que también buenos resultados. El mío sigue vigente, aunque es una minoría la que lo sigue. Aspirar a la grandeza, al desarrollo armónico, al respeto por toda vida, a la solidaridad altruista, a la creatividad e ingenio auto impulsado, a la naturaleza superior e intrínseca encarnada en este plano. Siguen siendo opciones a las que solo hay que elegir.


-!Ése es el punto! Los humanos han sido traídos aquí, porque les ha hecho daño la eternidad, pocos imaginan los peligros que eso con lleva, las tendencias erróneas con la eternidad se vuelven monumentales, hasta que llega un punto en que se vuelven inmanejables y peligrosas. Por eso tú y yo estamos aquí, la humanidad se da cuenta de sus errores por contraste. -decía el "diablo" con una convicción plena en sus palabras.


-Pero las cosas se están saliendo de equilibrio, aún no encuentro la clave del dilema para que las cosas tomen un curso correcto en este mundo, con una atmósfera mental tan distorsionada. -concluía "dios" con cierto desencanto.


De pronto, ambos callaron, de hecho, todos en la cafetería dejaron de hablar. El silencio era ominoso. Aproveché la pausa para voltear a ver el reloj. Eran las doce y treinta. La puerta de la entrada se abrió lentamente. Todos voltearon. Apareció un hombre alto y delgado, tuvo que agacharse un poco para cruzar la puerta. Vestía con una gabardina negra que le caía hasta los pies, sus brazos y manos largas, su tez oscura y purpúrea, sus ojos hundidos en unas cuencas pronunciadas, cuya sombra ocultaba sus ojos. Era sin lugar a dudas la humana encarnación de la Muerte. Supuse que era el tercer invitado a la cita, tal vez incluso, el convocante. Caminó hacia mí, con pasos largos y lentos. Hubiera querido estar a mil kilómetros lejos de ahí. Como un auto reflejo, agaché un poco la cabeza para no mirarle, o para que no me viera, !qué sé yo!.


Se paró frente a la mesa de al lado. Dios le veía expectante, diría que hasta reverente. El Diablo le veía con desconfianza, retador. Fue el único en articular palabra.


-¡Vaya, por fin apareces! Has llegado bastante tarde.


-No. He llegado justo a tiempo.


La Muerte habló con una voz grave y ronca, como surgida de un abismo eterno. Acto seguido, puso sus manos sobre el hombro de Dios y del Diablo. Ambos cayeron sobre la mesa fulminados. La muerte dio la vuelta, y sin prisa, con sus zancadas largas, se retiró. A punto de salir, se acerca al camarero que atendía en la barra. Aparentemente le pide algo, aunque yo no escuché palabra alguna, éste, saca una taza debajo de la barra y algo le sirve, porque la Muerte de un solo trago se lo termina. Saca de su gabardina lo que parece ser un billete y le paga. Se salió con la misma parsimonia con la que entró. Todos nos mirábamos como preguntándonos ¿Qué demonios ha pasado aquí? Yo me preguntaba si el infausto volante comercial en mi puerta, había sido mi invitación a la cita. Tal vez debía dar cuenta de lo sucedido, por ser un escritor de historias urbanas, y a veces hasta de esquelas cuando la necesidad me apretaba. ¿Pero porqué yo?


La tensión ya era insoportable. Ver los ojos sin vida de dos "personas" frente a mi, ya era demasiado para una noche. Decidí marcharme inmediatamente. No pedí la cuenta, fui directamente a la caja al final de la barra, para pagar. Tenía mucha curiosidad por preguntar que había pedido de tomar el enigmático visitante.


-Disculpe, quisiera saber que pidió de tomar la persona que acaba de salir.


-Nada, se metió en mi cabeza y me ordenó que le diera una taza con "nada"


-Vaya, esto si que es extraño, muy extraño.


-Espere que hay algo más. ¿Usted es Matías?


-Sí, yo soy. -Le dije bastante intrigado.


-Pues él me dijo: Entrega esto a Matías, el vendrá a preguntar por mi bebida.


El camarero sacó del bolsillo de su camisa, un pedazo de papel pergamino, con unos versículos escritos en letra negra:

"Todo es escenario.
Nada es real, nadie muere.
Retiro lo que ya no prospera,
o ha completado su aprendizaje.
Lo único real que conservas de este plano,
es lo que sientes o imaginas,
solo ahí reside la verdadera vida"



Salí del café Virgilio con un montón de preguntas, sintiendo un estado de ensoñación e irrealidad que aún no termina. Nada volvió a ser como antes desde esa noche. Pero hubo un cambio muy notorio en mí. Sentía que mi destino ahora, estaba en mis manos solamente.

Cosas que sabemos

Sé que sabes
que hoy me hubiera gustado estar contigo
descubrir significados más precisos para una palabra
los contornos que mis manos seguirían para dibujarte


Sé que sabes
que hoy me hubiera emocionado disfrutar de tí
extendiendome en tu piel y despertar tu deseo
besarte, como se besa un sueño vivo


Sé que sabes
como resonaría mi voz aún en tus vacios
todos los tropos que usaría para definirte
todas las palabras que no he podido formularte


Sé que sabes
que contigo mis sentidos se internan en lo inexpresable
en alquimia de aromas que envidiarían las flores
en placeres y laberintos de nuestro espacio íntimo


Sé que no sabes tal vez
cuanto te amo y te he amado en silencio
Como también yo sé, que ésta realidad
no es el cielo azul que siempre imaginé para nosotros.







El verdadero alimento de las palomas




El verdadero alimento de las palomas


En la Plaza de Hualahuises, todas las mañanas alrededor de la misma banca —cerca del kiosco—, se congregaban cientos de palomas en un ritual cotidiano y pintoresco. Don Chemo, —un anciano colombófilo— diariamente desde hacía poco más de treinta años, llevaba una bolsa con alimento y les daba de comer pacientemente. Les llamaba por su nombre. Se jactaba de haberles puesto apelativo a todas y reconocerlas a cada una. El zureo de sus gargantas se silenciaba mientras comían. Algunas se posaban en sus hombros o en sus piernas, una que otra traviesa se le subía en su cabeza plateada. Conversaba con ellas y algunas parecían hasta dialogar con él, después, partían a perderse entre los campanarios de la catedral o en los tejados de los viejos edificios, donde sus arrullos formaban parte del paisaje sonoro habitual. Don Chemo vivía cerca de la plaza, en una casita modesta de apenas dos piezas y un baño, —en el fondo de un antiguo vecindario—, que sobrevivía milagrosamente a una modernidad circundante, que amenazaba con tragarse los últimos vestigios del pasado. Vivía de una pensión modesta, no tenía familiares, y todo se le iba en sobrevivir y gastar sus exiguos ingresos en el alimento de las aves.


Irremediablemente llegó un día en que el anciano, ya con todos los años encima, dormido en su cama, no despertó más. La administración de la plaza que conocía la escena, preocupados porque mucha gente ya habitualmente acudían a observar con curiosidad el espectáculo, y maravillarse de ver a tantas palomas reunidas, acordó sustituir al anciano y asignar a un trabajador para que llevara comida puntualmente a las aves. Pero fue infructuoso, día a día las palomas que acudían, fueron disminuyendo hasta no quedar ninguna.

Historia mínima.



Historia mínima.

Cuéntame una historia diferente
una, que no comience con la nada
que no me hable de calles vacías
de linternas embriagadas de la noche
de bruma tímida que huela a olvido
de palabras retenidas por el aire...

Cuéntame una historia distinta
una, que no me hable de ausencia
de caminos angostados de lejanía
de puentes sostenidos con miradas
de besos transfigurados en espejismo
de despedidas sin pacto de regreso...

Cuéntame una historia ardiente
una, que hable de cuerpos desnudos
de tardes de incendio bajo la lluvia
de caricias y deseo despojados de culpa
de horas colapsadas en tu compañía
de complicidades revestidas de sueños...

Cuéntame una historia que no me condene
a abrazar el amor en la soledad sin tu presencia
a esconderme de mi tristeza en la irrealidad
a perseguir un futuro disolviéndose de a poco
en las huellas imaginadas de tus pasos
que nunca junto a mi quisiste caminar...

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Radiolarios: Arte y Naturaleza



Radiolarios: Arte y Naturaleza.

Cuando pienso en la vida e intento encontrar el tropo que la defina en su fracción esencial e irreducible que le dé un sentido, una razón de ser. Observo el espacio profundo y me pierdo en el misterio de lo inalcanzable, en la extensión inconmensurable que aplasta a la imaginación más vasta.
Hay una cierta frialdad en la visión de tantos mundos inhóspitos, inhabitables, otros tantos no descubiertos, aparentemente sin una mirada lúcida que les dé un propósito ulterior a su existencia. Posiblemente nacen y mueren absorbidos por sistemas mayores sin haber albergado vida nunca.


Cuantos eones y distancia por recorrer serán necesarios para resolver todos los dilemas, en una eternidad que no lleva prisa, en un universo que parece desolado y en ruinas. En ocasiones pienso que el universo se despliega con elegancia matemática, en otras, la mirada se sobrecoge ante la hostilidad impetuosa de las nebulosas, centro de galaxias, y agujeros negros, donde parece reinar el caos y el peligro.


Creación y apoteosis, fuego y hielo, movimiento perpetuo. Mutabilidad constante.
¿Acaso viviremos en la excepción? ¿Habrá otras singularidades perdidas en la distancia prohibida? ¿Es la vida un accidente fortuito del caos? ¿O lleva implícita la firma de un creador? No son preguntas hechas solo en nuestro tiempo, ni siquiera un dilema de orden teológico o religioso. Es el cuestionamiento elemental de quien requiere saber sobre el terreno en el que se mueve.
Ante la devastadora imposibilidad de encontrar respuestas en el cosmos aún inaccesible, entonces repliego la mirada perdida en el espacio, y la vuelco sobre el microcosmos, intentando responderlas con los elementos cercanos, en la vida que anima nuestra Tierra.


El hombre parece agotarse a veces en el caos de la conciencia y sus paradojas suicidas, o en la fragilidad de la vida supeditada a la naturaleza voluble de un planeta con un equilibrio apenas temporal y efímero para el hombre, y para todo organismo viviente, volviendo la aparente eternidad de la vida, maleable, efímera... apenas una oportunidad exigua para la subsistencia y posible expansión hacia otros mundos.
Por otro lado, un sector de la raza humana se aferra al arte, y a la consagración de la vida. La Tierra es un laboratorio prodigioso de ella. Desde mi perspectiva, el código de la vida está fraccionado, tiene un común denominador disperso en todas las criaturas vivientes.
¿Quien nos dice que no necesitaremos en un futuro remoto, -o tal vez no tan lejano-, el código de ADN de los ojos de un búho para ver en la oscuridad, o la habilidad de ver tres veces más colores como el camarón mantis, las habilidades digestivas de la vaca para digerir la celulosa, o la resistencia de la piel de un reptil para resistir temperaturas mas extremas? ¿Dominaremos el código a tiempo para "inventar" los cambios por nosotros mismos? ¿Nos conformaremos con los ciclos de extinción y vida de la Tierra? ¿Lograremos crear plantas y animales tan sofisticados como los naturales, que se extinguen con nuestro desdén más terrible?
El reino vegetal que parece ser el laboratorio medicinal diseñado para el hombre, acompañándolo en su desarrollo a lo largo de millones de años, se ha ido mermando en los últimos siglos por diversas razones, y tal vez con ello perdiéndose la posible cura para enfermedades futuras. El planeta no está en peligro, es la vida tal como la conocemos lo que está en peligro. Es posible que con cada extinción masiva la vida renazca con los organismos sobrevivientes. La Tierra se recompone y se ajusta sobre patrones cíclicos naturales.


Tengo ese escalofrío espinal que da el presentimiento de la catástrofe, la casi convicción de que de no cuidar y preservar con suficiente ahínco de nuestros reinos coetanos, inminentemente fijamos el tiempo de vida de nuestra civilización, reduciendo sustancialmente nuestras posibilidades de sobre vivencia futura.


Los biólogos parecen estar de acuerdo en que la vida se inició en el mar, sin embargo éste aún guarda recónditos secretos. Investigando sobre el mar abisal, el más misterioso de los lugares no explorados de la Tierra, descubrí la sorprendente investigación del biólogo alemán Ernst Haeckel, -un naturalista del siglo diecinueve-, sobre organismos de una sola célula o protozoarios, los Radiolarios. Invisibles en su mayoría a simple vista, fueron analizados, clasificados, nombrados y dibujados por Haeckel en un trabajo exhaustivo y asombroso, logrando catalogar poco más de 4,000 de los 5,000 conocidos aproximadamente hasta ahora, revelando la elegancia y complejidad sorprendente de estos organismos.


Platón decía que Dios geometriza. Los esqueletos o formaciones sólidas de los Radiolarios parecen estar permutando todas las formaciones posibles, mostrando una gran belleza y tensegridad en sus formaciones, lo que yo llamaría la morfología de lo amorfo. Conocer a los Radiolarios es descubrir la esencia de la vida, la prerrogativa básica y expresión de la vida elemental de la naturaleza:
El Arte.


Deconstrucción




Deconstrucción.

Déjame penetrar en tu cráneo,
buscar la zona intima de tu mente elusiva,
donde anida el espacio generatriz,
el súmmum de todas las posibilidades.

Déjame desabotonar tus vértebras,
recorriéndolas una a una con mis manos,
para descubrir el arco perfecto del deseo,
la hoguera de todos mis afanes.

Déjame disectar tu corazón,
descubrir el pulsar que me impele,
a ondular en el vértigo de tus caderas,
seguir el ritmo multicorde de tu carne,

Déjame derramar en tu piel,
todos mi sueños sensoriales de este mundo,
inyectarte la pasión de mi universo,
en cada poro y célula de tu cuerpo.

Déjame entrar en tus espacios,
en el enigma insondable de tu alma,
hacia esa dimensión que me secuestra,
y me lleva a territorios no explorados.

Déjame conjurar en ti todos los tiempos,
todas las voces, los colores y los gestos,
y asegurar así reconstruirte siempre,
en el continuum eterno de mi espacio.

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Imaginismo


Puedo imaginar,
un coro de ángeles con voces mudas,
que cantan para el corazón fuera del rango audible.

Puedo imaginar,
cascadas de agua bermellón iridiscente,
manando desde la piel exuberante de Gaia.

Puedo imaginar,
desiertos con dunas de oro molido,
donde a nadie le importe atesorarlo.

Puedo imaginar,
árboles translucidos e hipnóticos,
que relatan historias del suelo con hojas de rehilete.

Puedo imaginar,
un mar tranquilo y apacible,
donde los barcos se impulsan con los sueños.

Puedo imaginar,
montañas de diamante y zafiro,
y un planeta maravilloso para engastarlas.

Puedo imaginar,
la bóveda celeste sin la Luna,
viajando embelesada tras la cauda de un cometa.

Puedo imaginar,
ciudades suspendidas en el aire,
cuando la Tierra detenga su danza sufi.

Puedo imaginar,
un cielo púrpura encendido,
donde galaxias se observen a simple vista,

Puedo imaginar,
el universo encapsulado en un instante,
en el relámpago brillante de un pensamiento.

Pero no puedo imaginar que tú no me ames,
amándote tanto... como yo te amo...