Nueve posibles razones
(para no estar juntos)
La noche se esparce invasiva
como luz oscura sobre mi cuarto.
La máscara sardónica sobre el buró,
mi cuerpo monolítico sobre la cama,
la soledad desnuda el alma de fachadas,
la realidad abandona su pausa forzada,
la mente muerde con sus mandíbulas de dudas
y el sabor amargo de no tenerte reaparece...
El cincel del silencio esculpe la ausencia,
las preguntas brotan de nuevo como supura,
como una obstinada memoria de la búsqueda,
esperando respuestas, indicios, huellas,
o al menos un eco tenue de voces invisibles,
que rompan el soliloquio obsesivo del amor,
que se agrieta lentamente en la espera,
sin entender la causa de tu muda lejanía,
ni el por qué no has acudido a nuestra cita.
Mi mente gira sobre ruinas circulares,
Y pienso en lo qué podría haber sucedido...
¿Sería el virus de la duda,
que paraliza con sensatez y miedo?
¿fue el frío del olvido,
que cubre con invierno la memoria?
¿O el espejismo de un amor utilitario,
que ofreció todo menos lo importante?
¿Serían las raíces profundas,
que cimientan pero inmovilizan?
¿fue el hambre de otra piel,
que nos sedujo con su pequeño paraíso?
¿O fue la bruma de una extraña ideología,
que pervirtió el camino virando nuestro rumbo?
¿Sería una trampa del tiempo,
que apresuró la rúbrica de nuestro destino?
¿O fue el óxido de lo cotidiano,
que fue alejándonos de nuestros sueños?
No lo sé, pude ser algo más simple,
como ser tan solamente, el que tú no existes.
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