Amy Winehouse. Una voz intoxicada de vida.



Una última lágrima,
brota de sus ojos quietos,
para humedecer su piel,
seca de caricias...

Un escape final,
de su prisión sin muros,
mientras su mente volaba,
con las alas en llamas...

Un cuerpo ligero,
se hundió sin sentido,
en el mar invisible,
de su dolor interno...

Una canción lóbrega,
a contrapunto del viento,
para evocar su memoria,
llena de amor vacío...

Un leyenda nueva,
para el teatro social,
con pista de soul,
e ironía incluída.

Una vez más,
nos queda el silencio,
de una voz con alma,
intoxicada de vida...

 
.

Preguntas olvidadas.



¿Quién le salvará del silencio de la noche
en las horas que son espinas ardientes
cuando los fantasmas aparecen sin rostro
y pronuncian su nombre sin decir nada?

¿Quién arreglará su máquina de sueños
su averiada arquitectura del horizonte
jugando juegos complejos sin juguetes
entre sombras y amigos invisibles?

¿Quién liberará al niño atrapado en el incendio
en la casa del dolor que enmudeció su alegría
y curará las heridas que crecen en su interior
ocultas bajo el polvo del olvido?

¿Quién recordará los momentos no vividos
que imaginaba observando desde lejos
y rescatará su frágil corazón en coma
de su abismo permanente?

¿Quién tendrá los ojos para verle
y decifrar el misterio de su mirada
que observa sin comprender la razón
de por qué ha nacido en un infierno?