Haikus

Haiku es una forma de poesía japonesa que brinda la posibilidad de mostrar emociones, el momento que pasa y maravilla.






Haikus
(para servir en plato frio)


En tus silencios,
mi voz ardiente de amor,
fue boomerang.

Buscaba el soma,
un espejismo en llamas,
bajo tu ropa.

Crudo vértigo,
el hambre de tu cuerpo,
crisol de fuego.

Quise conocerte,
vi en tus ojos una ballerina,
me fue suficiente.

Deseé seguirte,
até mi barca a la tuya,
entré en la niebla.

Fuego a discreción,
armada de mentiras,
era tu guerra.

Hoy me dí cuenta,
no podrás volver a mí,
nunca llegaste.

Demasiado frío,
en tu cuerpo de hielo,
esculpo el vacío.

Huía del amor,
tu frágil piel en llamas,
fue mi escondite.

Soñé despierto,
intenté hacerte el amor,
cuerpo sin sombra.

Ya no hay espera,
fingir ser invisible,
trébol sin hojas.

Partí el silencio,
con el eco de tu voz,
una quimera.

Aún esperas,
corazón hecho polvo,
reloj de arena.

Recuerdo triste,
fantasma en el ático,
insomne ente.

Incendias mi piel,
derrites el invierno,
piromaniaca.

Bóveda negra,
terciopelo nocturno,
materia oscura.

Fuga en la noche,
pupilas dilatadas,
falaz escape.

Letal obsequio,
infierno autografiado,
boleto incluido.

Fue tu amor de miel,
trampa lumen de neón,
apocalipsis.

Besos humedos,
abrazo lujurioso,
mantis pagana.

Lamí tus senos,
bese tus labios taboo,
monte de venus.

Cuerpo desnudo,
noche de satín negro,
exhuberancia.

Silencio y notas,
tu cuerpo mi pautado,
bel sinfonía.
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(haikus actualizandose constantemente)

El regreso de Quetzalcoatl



El regreso de Quetzalcoatl
(serpiente emplumada)

Estoy tan acostumbrado al silencio de la muerte,
que ni cuenta se ha dado que tan solo dormía.

La última vez que me vieron, allí donde llueve ceniza,
cazaba con mis manos conejos de fuego en la oscuridad.

El sonido del águila me ha devuelto la mirada,
dos gemas de jade que el nuevo Sol me regala.

Ahora camino sobre el viento encendido,
volando sobre el intranquilo mar de arriba.

Las sombras sacuden su polvo en el espejo humeante,
recuerdan su voz al filo del tiempo que marca tu regreso.

Las animas se agitan en la orilla del olvido,
como aves sin ojos, erráticas y confundidas.

Sumergidas en los sueños de obsidiana negra,
esperan por tí para salir de su último infierno.

El aliento clama en el vacio de las caracolas,
su canto funerario, su llanto de espinas.

Las flores derramadas en la región transparente,
se humedecieron con el rocío amargo de nuestras lágrimas.

Las grecas silenciosas se llenan de savia,
con el sigilo de quemantes serpientes de lava.

Las piedras recuerdan las promesas incumplidas,
en la casa del colibrí aún resuenan tus palabras.

Los árboles secos como manos de la tierra,
reclaman el brillo del Quetazl y su arcoiris.

El jardín infinito con el trino de las aves del paraiso,
despereza el letargo de su primavera anochecida.

Los antiguos guerreros renacen donde el jaguar reposa,
y danzan libres con el roce mágico de tu cola dorada.
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El espejo ciego



El espejo ciego

Eclipsa tu falaz velo de plata,
muéstrame lo que ver nadie ha podido,
la luz que escapa a tu ojo enceguecido,
el fragor escondido que me habita.

El eco de tu imagen es fachada,
una figura efímera en el tiempo,
reflejas las heridas de mi cuerpo,
desdeñas la memoria acumulada.

Espejo inútil, nada te atraviesa,
detrás de ti el vacío y el silencio,
¿acaso me fiaré de tu crudeza?

Me define la mente en el espacio,
lo que sueño y recreo con destreza,
¿que poder tiene sobre mí tu juicio?

Sarabanda


Sarabanda

Mujer de terciopelo y llama,
extraviada en el futuro, casi olvidada,
resuenan en mi mente tus latidos,
al rítmico compás de tus palabras.

Palpitan en ti todos los reinos,
los sonidos suspendidos bajo el agua,
las huellas de la prometida tierra,
los deseos esparcidos en el aire.

Despiertas mi letargo milenario,
con la voz anfibia del ensueño,
me ciñes al contorno de tu cuerpo,
enciendes la hoguera de mi alma.

Musa inesperada y dúctil,
relámpago infrarrojo de mi noche,
me atrapas en la cauda de tu vuelo,
me empujas a danzar tu sarabanda.

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