Su andar es cauteloso y frágil,
ominosa y esquiva su mirada,
vientos de odio ondean su cabellera,
sudor frío en pleno sol ardiente.
En ella anidan todos los dolores,
la injusticia con su raza y su miseria,
entre pólvora y el polvo del desierto,
erosionan su razón y su esperanza.
La memoria poblada de sus muertos,
de sueños y cuerpos mutilados,
se desliza como sombra cautelosa,
arrastrando su cuerpo y su pasado.
En su vientre se aloja sórdido secreto,
como artificio presagiante del ocaso,
recorre túneles, corredores y pasadizos,
entre el bullicio citadino y sus afanes.
Con perfecto disfraz y algunos shekels,
entre comensales marcados de infortunio,
en el misadot sacia su ultima sed y hambre,
devorando también su tiempo y su futuro.
Inminente cae el ultimo grano de su destino,
en el reloj de arena de sus lunas palestinas,
con mirada enrojecida de odio y sangre,
grita su arenga y se inmola estallándose.
Bomba de huesos que desarticula el espacio,
proyectando esquirlas óseas y fuego ardiente,
el caos centrífugo se esparce en un segundo,
arrasando indolente con destrucción y muerte.
Encrucijada histórica de inmemorial diáspora,
atrapados en la ambigüedad de reclamos justos,
los laberintos de la razón encuentran siempre,
la justificación exacta para perpetuar la guerra.
ominosa y esquiva su mirada,
vientos de odio ondean su cabellera,
sudor frío en pleno sol ardiente.
En ella anidan todos los dolores,
la injusticia con su raza y su miseria,
entre pólvora y el polvo del desierto,
erosionan su razón y su esperanza.
La memoria poblada de sus muertos,
de sueños y cuerpos mutilados,
se desliza como sombra cautelosa,
arrastrando su cuerpo y su pasado.
En su vientre se aloja sórdido secreto,
como artificio presagiante del ocaso,
recorre túneles, corredores y pasadizos,
entre el bullicio citadino y sus afanes.
Con perfecto disfraz y algunos shekels,
entre comensales marcados de infortunio,
en el misadot sacia su ultima sed y hambre,
devorando también su tiempo y su futuro.
Inminente cae el ultimo grano de su destino,
en el reloj de arena de sus lunas palestinas,
con mirada enrojecida de odio y sangre,
grita su arenga y se inmola estallándose.
Bomba de huesos que desarticula el espacio,
proyectando esquirlas óseas y fuego ardiente,
el caos centrífugo se esparce en un segundo,
arrasando indolente con destrucción y muerte.
Encrucijada histórica de inmemorial diáspora,
atrapados en la ambigüedad de reclamos justos,
los laberintos de la razón encuentran siempre,
la justificación exacta para perpetuar la guerra.
Y el mar rojo, siempre se torna más rojo…
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