Te amé en el reflejo de tus sombras,
en los ecos destilados de mi canto,
y teñí en mis sueños con la niebla,
la esperanza de un futuro obnubilado.
Me perdí en el vitral inerte y policromo,
de tus ojos de tragedia inconcebible,
de dolores milenarios adheridos,
tatuados en tu alma sin olvido.
Quise ser el corazón que despertara,
la pesadilla oblicua entre tu sueño y la vigilia.
Te vi. flotante en el lago de la muerte,
tus cabellos estallados en el agua.
Bese tus labios de profundo carmesí,
y acaricié tus brazos con heridas cuneiformes,
te vestía indolente el manto de la noche,
las estrellas, la luna y el misterio.
Cerré tus ojos que llameaban infinito,
el silencio me cubrió con su nostalgia,
en el profundo estupor de lo irremediable,
un grito ahogado congelaba mis lamentos.
Llegué muy tarde a comprender el crucigrama
de un corazón de crisálida atrapada,
entre las capas duras del infierno,
de un gran amor herido por el duelo.
Que maldición tan terrible me ha atrapado,
en un amor que perpetua el desconsuelo,
en la ironía interminable de la vida,
mi corazón condenado al mismo infierno.
.
.
.
tatuados en tu alma sin olvido.
ResponderEliminarque bonito verso.....
tatuados en tu alma sin olvido
cincelados en tu lamento
marcados en tu pensamiento
dibujados con tormento
tallados con el nombre amado
para ser eternizado...
Gracias Beatriz, no había leido este tu comentario. Bonita tu derivación.
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